El historiador Jorge Basadre se encargó de detallar los pormenores de aquella famosa colecta popular de 1879, en plena guerra con Chile. Se fundieron joyas y barrotes, e incluso se acopió cabello humano para reemplazar el plástico. La patriótica suma de recursos tuvo como principal objetivo mandar a construir un buque. John Rodríguez Asti, historiador de la Marina de Guerra del Perú, recuerda esa errática historia.
Por un lado, el capitán de navío Luis Germán Astete viaja a los Estados Unidos. Gestiones paralelas se realizan en Italia para comprar el blindado Roma. En Dinamarca, el capitán José María Salcedo se interesa por la fragata blindada KMD Danmark. En Francia, las opciones de compra se limitaban a buques antiguos. Solo en Turquía se encontraron blindados tan modernos como los chilenos Cochrane y Blanco Encalada, de fabricación inglesa. Pero todas estas gestiones son neutralizadas por la diplomacia chilena. Existía el tácito pacto de que ninguna de las potencias interfiriese en la guerra. Un blindado, además, resultaba demasiado oneroso para un país que había recaudado aproximadamente 200 mil libras esterlinas. Ello, sumado a la falta de crédito del Perú en el extranjero, cortó las opciones.
Añadiendo a la ecuación la captura del Huáscar, la estrategia peruana tiene que replantearse: a falta de buques con caros y pesados blindajes, se comprarían dos cañoneras rápidas y ligeras, armadas con cañones de retrocarga (más veloces que los de avancarga) de alto calibre y largo alcance. Pflucker y Rico entabla conversaciones con el HDW Howaldtswerke, en el puerto de Kiel (un astillero alemán que cien años después nos fabricaría submarinos). El trato fue rápido: dos buques de 100 mil libras esterlinas en un plazo de cinco meses. Disfrazados de cargueros, fueron bautizados como Sócrates (foto) y Diógenes para despistar al enemigo. Mientras tanto, el capitán de navío Alejandro Muñoz se contactaría con el astillero Elswick, en Newcastle, de la compañía Armstrong. Allí se armarían las cañoneras. Pero grande fue su sorpresa cuando, al llegar, encontró un buque chileno prácticamente armado.
Ante la protesta peruana, el buque chileno Arturo Prat queda detenido en tierras británicas. Su construcción parecía haberse inspirado en el Huáscar: era rápido, con un ataque de largo alcance y muy moderno. A raíz de la respuesta chilena, las dos cañoneras peruanas quedan detenidas. Pero ya era enero de 1881, y Lima caía ante el fuego enemigo. La guerra se decidiría sin los tres buques.
El Diógenes se quedaría en Europa como parte de pago. Comprado por los Estados Unidos, se rebautizaría como el USS Topeka. Japón compraría el Arturo Prat y lo nombran Tsukushi. Tras sucesivos conatos de venta, el Sócrates llegaría al mar peruano recién en 1889. Rebautizado como el crucero Lima, el primer buque de nuestra nueva armada repatriaría los restos de Grau y Bolognesi. Años después, sería enviado a Iquitos como disuasivo durante la guerra con Colombia. También llegaría tarde.
Fuente:
Caretas
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